lunes, 24 de septiembre de 2012

Terres Rouges

   Situada sobre la frontera geográfica de Luxemburgo y Francia, con mas de sesenta años a sus espaldas y abandonada desde hace quince, se alza esta monstruosa mole de casi cuarenta metros de altura.
La central térmica de Terres Rouges, aparentemente cerrada se ha convertido en el escenario perfecto para grafiteros, curiosos y por supuesto exploradores urbanos, pese a sus años sus construcción es solida y es visitable sin demasiados peligros, excepto claro por la fibra de amianto que se puede encontrar en ciertas partes aislantes de su enorme complejo de tuberías.
Prácticamente toda su maquinaria sigue allí y pasear bajo cualquiera de sus tres hornos o escalar por sus pasarelas mas altas hacen de la experiencia algo abrumador.
A día de hoy este gigante espera su fecha definitiva para ser demolido.




 La entrada al edificio fue de lo mas sencilla ya que a pesar de que cerca de el se encontraban cantidad de coches de gente que probablemente trabajaría en las naves cercanas, no vimos a ninguna persona por la zona y pudimos pasar rápidamente sin ser vistos.
 Sin duda lo mas curioso de todo era el modo en que habían cerrado la planta: a su alrededor se había cavado una enorme zanja de varios metros y la tierra sobrante estaba aprisionada contra la fachada de edificio tapando así todas las entradas posibles y haciendo un poco mas complicado el acercamiento.
Aunque la presión de la tierra también había hecho ceder una de las puertas principales del lugar, dejando un buen hueco por el que colarse, eso si, viendo como colgaba esa puerta apetecía cruzar mas bien rápido por si acaso.

Lo primero que encontramos es un laberinto de tuberías de todos los tamaños, válvulas y pasarelas delimitando los diferentes niveles de la sala. Nos hayamos en la zona de condensación, recuperación y tratamiento del agua y el vapor, a varios metros sobre nosotros como mas tarde descubrimos existían aun un par de generador de doble turbina que funcionaban con la presión del vapor.




 Esta también es la parte mas maltratada del lugar tanto por los destrozos como por la basura, además había cantidad de maquinaria desmontada o desmantelada esparcida por el suelo, lo que hacia algo difícil el no tropezar o resbalarse.




Llegando a la parte mas alta de la nave y subiendo unas seguras escaleras por la parte derecha se accedía al edificio contiguo donde se podían encontrar todos los instrumentos para el manejo y distribución de la electricidad y de los cuales no quedaba prácticamente nada.
El el piso superior estaba la sala de control, también bastante maltratada aunque impresionante y conservaba aún muchísimo encanto.



Rodeando las consolas y paneles de control se podía llegar hasta una pequeña terraza desde la cual se  observaba todo el piso de arriba de la nave de generadores.








 Volviendo sobre nuestros pasos cruzamos a la nave principal del complejo donde se encuentran los hornos, que nos dejan con la boca abierta tanto por su tamaño como por su buena conservación.







 Se trata concretamente de tres gigantescos hornos de carbón que prácticamente ocupaban toda esa parte del recinto. Aparentemente eran de metal pero por dentro tenían un recubrimiento de cerca de un metro de grosor y a su vez forrado de azulejos refractarios en la cámara de combustión.
Existían también cantidad de mecanismos de engrase, control de presión encendido que ni me atrevo a intentar explicar como funcionarían con toda esa maquinaria en marcha.
El lugar estaba dividido en varios niveles comunicados por escaleras y pasarelas de rejilla que ascendían alrededor de los hornos. En cada tramo se podían distinguir las tareas que se llevaban a cabo, como por ejemplo en la parte intermedia estaban las tolvas desde donde se lanzaba y distribuía el carbón dentro de los hornos de forma semiautomática.

 Debido al ruido que existía en esta parte de la central los obreros recibían los avisos mediante carteles luminosos donde se explicaba cada evento, como podéis ver en la foto de arriba.






Recuerdo la sensación de vértigo al subir con Chenko por la pasarelas hasta la ultima planta desde donde se podía ver el comienzo de las chimeneas, una vista que quitaba el hipo y una extraña maquina montada sobre un raíl que no supimos adivinar para que servía.






Y hasta aquí la visita a Terres Rouges. Ahora toca salir pitando mientras apuramos las ultimas horas de luz a nuestro ultimo destino en este viaje, un clásico entre los clásicos, ¿Adivináis cual?

Saludos!

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