
Una excepción en este mundo son los gemelos Galvache, que cuando se ponen a buscar abandonos lo hacen con sus propios ojos y pequeñas pistas que se buscan ellos mismos para después verificar cada lugar uno a uno. Es lento laborioso y te llevas mas de una desilusión, pero solo de esta forma se pueden descubrir lugares que nadie mas conoce como este que hoy tenemos el placer de recorrer junto a ellos y Mario en un nuevo viaje por tierras portuguesas.
Se trata de una casa de campo en una pequeña finca que en su día albergo ganado como atestiguan su corral y establos.

El mayor problema son sin duda su falta de ventanas por donde entra el agua y la humedad pudriendo poco a poco los suelos de madera y donde no hay podredumbre hay carcoma como nos muestran algunos muebles y objetos.
Por lo demás el lugar es puro encanto y al explorarlo descubrimos vestigios del pasado, de costumbres y objetos que no muchos reconocen y comprenden.
Una vez arriba respiramos aliviados al ver que las escaleras han aguantado a duras penas nuestro peso y escrutamos los detalles de la morada con tranquilidad, evitando, claro, los agujeros del piso.
El lugar consta de una cochera, una planta principal donde se encuentran el salón, cocina, baño, habitaciones y una oficina, además de una buhardilla con gran cantidad de objetos. Un pupitre, varios cofres, una cuna y una bañera de bebé, la única cama que queda en el lugar e incluso un uniforme, tal vez militar.
Había una habitación llena de pequeños objetos mezclados con sillas rotas e incluso algunas piezas de coche además por supuesto de otro cofre de metal.
La mayor joya que encontramos es también nuestro mayor pesar. Se trata de lo que quedaba de un gramófono precioso, aunque carcomido y de fabricación y materiales baratos. Encontramos partes de este repartidas por la casa, por desgracia no todas, aunque si algunos discos, ¡fabricados en pizarra! También hayamos el frontal de una antigua radio, de la cual no apareció ni una sola pieza mas.
Otro de los grandes atractivos de la pequeña vivienda eran sus cuadros, cubiertos de polvo y en su mayoría intactos y en su lugar, otros no tuvieron tanta suerte...
En el escritorio de la pequeña oficina se podían encontrar cientos de documentos interesantes como correspondencia, documentos de los habitantes del lugar e incluso las escrituras de la casa.
Una antigua tabla de planchar...
Tras un buen rato dentro dejamos la pequeña casa de campo, de nuevo con cuidado mientras bajamos por las escaleras de dudosa consistencia, que de una vez mas crujieron pero no cedieron. Y hasta aquí nuestro pequeño reportaje en la villa de la carcoma.