lunes, 23 de noviembre de 2015

Villa Sbertoli.


   Desde que conocí el lugar hace tiempo he leído cantidad de historias con versiones mas o menos distintas a cerca de este manicomio en la Toscana, desde los relatos mas puramente históricos hasta leyendas de lo mas macabro, historias que me suscitan gran curiosidad, pero que lejos de buscar si son ciertas o no si que han alimentado mis ganas de visitar el lugar y recorrerlo por mi mismo, y hoy aquí estamos. Después de dar algunas vueltas por los caminos que rodean el complejo, finalmente aparcamos nuestro coche y nos colamos por uno de los múltiples agujeros de la alambrada.


   Tampoco vamos a engañar a nadie: El complejo esta completamente tapiado a conciencia y el único punto accesible es la mansión que muestro en las fotos.
   Subiendo por una arboleda llegamos a los primeros edificios orientándonos gracias a una bien memorizada vista aérea del lugar. Cruzamos una valla de obra y encontramos la villa principal, totalmente tapiada a excepción de un agujero en un muro que cierra una ventana. Me toca hacer la previa y con la linterna del móvil empiezo a recorrer el primer piso en busca del mítico salón del piano, pero por el camino encuentro algo que pone los pelos de punta.


   ¡No me acordaba de los malditos dibujos sobre los que leí en algunas reseñas de otros exploradores!

   Realmente no me imaginaba que llenaran toda la habitación, pero así era. Una veintena de seres, todos con barba y armados, es lo que mas llama la atención. No puedes evitar pensar en el parecido con talibanes o similar. Casas con arboles floridos, fusiles y pistolas era el obsesivo patrón que se repetía dibujado por toda la sala. Inquietante es poco y aun nos queda la duda de quien y porque pintó aquellos dibujos.
   El vídeo lo grabe con el móvil que a su vez me permitía iluminar mis pasos, así que perdonad la calidad. Finalmente subiendo unas escaleras encontramos el gran salón.


   Aun sabiendo que el lugar esta prácticamente vacío y que el mayor atractivo es el salón principal nos quedamos totalmente prendados de la esencia del lugar. Lo recorremos poco a poco y cuando vamos a empezar a hacer las primeras fotografías una nueva sorpresa: ¡Una voz nos llama desde las escaleras! Realmente contábamos con que había algún tipo de vigilancia, pero al entrar en el edificio sin problemas dábamos por echo que podíamos respirar tranquilos.


   Pero hay algo raro: el guardia nos encuentra y nos saluda y no parece ni enfadado ni dispuesto a echarnos a patadas, no tiene la actitud de ningún vigilante con el que nos hayamos topado antes. El sheriff en cuestión es un tipo de unos cuarenta y tantos que chapurrea el italiano con un marcado acento de Europa del este y lo acompaña un potente olor mezcla de sudor y cerveza. Nos cuenta que no podemos estar ahí, que nos podemos caer y todas esas cosas, pero no nos invita a irnos.


    Le contamos la película de que venimos desde España a fotografiar este y otros lugares y le pedimos que nos deje un rato mas, pero no logramos entendernos. Finalmente el tipo rompe el hielo revelando su interés al pronunciar las palabras "bill" y "tiquet". Deducimos que lo que quería era unos euros a cambio de dejarnos vía libre. ¡Era la primera vez que un guardia nos pedía un soborno!
   Finalmente por veinte euros nuestro amigo se marcha la mar de contento y nos da un par de consejos sobre nuestra seguridad, que detalle...




   Ahora con mas tranquilidad recorremos la villa y vamos tomando algunas fotos, sobre todo de planos generales del gran salón y de los pocos objetos que quedan por allí como unas camillas, muebles de metal, un proyector antiguo hecho pedazos, un extraño muñeco o una especie de prótesis que da cierto respeto tocar con las manos.






   Por lo que he leído Agostino Sbertoli se dice que fue un importante empresario o incluso un medico psiquiátrico que adquirió o mando construir tres majestuosas villas campestres para el y su familia en la Toscana.
   Se dice que uno de sus hijos padecía un caso grave de esquizofrenia y que al pertenecer a la alta sociedad no permitió que fuera hospitalizado, si no que adapto su vivienda y mando construir otros edificios donde poder tratar la enfermedad de su hijo siempre en un ambiente cercano y familiar.


   Con el tiempo amplio el complejo medico y se construyeron nuevos edificios para tratar enfermedades mentales, sobre todo en personas de la alta sociedad. También contaba con pabellones de internamiento donde se dividía a los enfermos según el grado y tipo de su enfermedad, su condición social o sexo.



   Tras la muerte de Agostino Sbertoli es uno de sus hijos quien queda a cargo de dirigir el complejo ampliándolo aun mas para dar cabida a niños y crear un centro de estudio de enfermedades mentales. También he leido que durante la segunda guerra mundial los nazis ocuparon el lugar convirtiéndolo en una cárcel para presos políticos.



   Cesa toda actividad en el año 1978 con la entrada de la ley Basaglia que contempla la reforma de todos los psiquiátricos del país para dar un servicio mas humano y moderno a los pacientes con enfermedades mentales gracias a los nuevos avances en psiquiatría y neurología. En 1990 el lugar queda abandonado y a rasgos generales este es el resumen de su historia.



   Antes de salir echamos un vistazo a un túnel o mas bien una galería que comunicaba la mansión con uno de los edificios médicos y que el guardia nos había dicho que existía, aunque nada del otro mundo. Nos asomamos al olvidado jardín de entrada que ahora crece salvaje y con mucha fe nos damos una vuelta por el resto de los edificios, aunque como ya he dicho estaba todo bien cerrado y tapiado, así que con cierta pena nos ponemos en marcha a nuestro siguiente destino.



   La siguiente visita es sin duda el lugar mas deseado por todos desde que empezamos a planificar el viaje, no por que sea algo increíble, si no por que su temática es algo nuevo y apenas visto en el urbex. ¿Os suena el llamado Pinoccio studio?
   Hasta la próxima.