lunes, 30 de enero de 2017

Quinta Dionisio


   Nunca dejan de sorprendernos las quintas portuguesas. Preciosas viviendas decoradas de forma mas o menos ostentosas y vinculadas a un gran terreno y una bodega. Parecía que un lugar como este tuviese un acceso complicado, pero nada mas lejos de la realidad. Entramos sin ningún problema.
   Resulta un lugar tranquilo para moverse sin ser vistos y aunque no es muy grande si es bastante impresionante.



   La parte de la bodega no ofrece gran cosa, los edificios de alrededor tampoco, tan solo son almacenes donde apilar trastos sin interés, así que vamos directos al grano entrando a la vivienda y buscando las bonitas salas ornamentadas que conocíamos de antemano.




   Destacan sobre todo el recibidor y un gran salón en la primera planta, así como alguna habitación con techos de madera. El gran salón es de un carácter mas sobrio si lo comparamos con el recibidor. Esta decorado con gran variedad de molduras en paredes y techos y algunos pequeños frescos de ángeles y flores. Lo mas llamativo son sin duda los grandes espejos repartidos de forma par por las paredes de la sala que le confieren un aire de gran amplitud.








   El pequeño pero recargado recibidor es sin duda el mayor reclamo para nosotros y nos lleva algún tiempo ver todos sus detalles. Para empezar tenemos una sencilla pero bonita escalera de madera que comunica con la primera planta rodeada por columnas que forman un arco.
   Encontramos molduras de escayola pintada en el techo y las paredes y grandes frescos franqueados por columnas embebidas y de base color negro, rematadas con figuras humanas, a su vez decoradas con una especie de guirnaldas de flores y espigas de trigo.
   Como no podía ser de otro modo los frescos representan escenas relacionadas con la agricultura y la recolección de la uva.
   A parte de la entrada principal la sala cuenta don dos puertas de madera y vidrio rojo que comunican con los pasillos de la planta baja.




   El resto de habitaciones no ofrecían realmente nada interesante salvo algunos detalles. Una vez que mis compañeros terminan de recoger y van hacia la salida, con la mini cámara de vídeo grabo un pequeño recorrido por las estancias principales que os dejo a continuación.




   Hora de ponerse en marcha. aun nos quedan muchos lugares que ver y descubrir junto a nuestros compañeros.

domingo, 1 de enero de 2017

Doctor Anna

   Parece ser que llegamos tarde una vez mas y lo que fue un edificio abandonado, ahora esta siendo rehabilitado, por no mencionar que este lugar era el punto mas alejado de nuestra ruta por Alemania. No será ni la primera ni la ultima vez que nos suceda algo como esto y aunque siempre contamos con estas eventualidades, esta vez nos rompe los planes. O tal vez no.


      Olvidando la frustración inicial y como manera de estirar las piernas un poco tras el trayecto, decidimos ver de cerca las obras de lo que fuera una antigua clínica medica de los años setenta. Pero al acercarnos nos damos cuenta del feliz error. Junto a la casa en restauración se encuentra otra vivienda de la que no nos habíamos percatado y parece ser que esta en un avanzado estado de abandono. ¿Puede ser lo que estamos buscando? Efectivamente.
   Un vistazo rápido por un lateral del edificio revela una ventana abierta por la que entro sin pensarlo y me lleva directamente a una de las salas medicas que ya conocíamos por fotos de otros exploradores. Cuando trato de salir para avisar a mis compañeros me encuentro con un camión cisterna descargando en el callejón por el que he entrado a la clínica.

   Paciencia.
   Aviso a mis compañeros por teléfono de la situación y del acceso. Mientras, voy explorando la planta baja, que es la zona medica. Un pequeño quirófano, sala de consultas, laboratorio y sala de espera entre otras. No hay mucha luz en esta planta y en las habitaciones con ventanas corremos el riesgo de ser vistos por los obreros que trabajan en la casa de al lado.





   Continuo explorando las demás plantas. Tres si mal no recuerdo. Pese a estar todo revuelto y algunas partes en ruinas el lugar aun tiene mucho encanto y el hecho de tener aun la mayoría del mobiliario medico le añade bastante interés.
   En la primera planta, como no podía ser de otra manera encuentro el típico salón con piano y otras habitaciones bastante desmejoradas pero con detalles curiosos que fotografiar como una biblioteca.  Desde una de las ventanas veo como el camión y su conductor terminan su trabajo y se van. Es hora de llamar a mis compañeros para que entren y traigan mi equipo de fotografía.




   La segunda planta tiene el dormitorio principal que ya cuenta con los estragos del vandalismo, a parte de otras habitaciones mas, un gran baño y terraza. Desde la escalera principal y a través de un pasillo se puede ir accediendo a las distintas salas, algunas sumamente revueltas y otras, sobre todo las del fondo, prácticamente intransitables por ruinosas.




   No se muy bien de donde le viene al lugar el nombre de Doctor Anna y pocos exploradores escriben sobre el lugar. Buscando entre los centenares de documentos esparcidos por el suelo aparecían los nombres de al menos dos doctores que probablemente fueran la pareja que vivía en la casa con su familia. Uno de ellos incluso aparecía en una foto en la sala de espera de la planta baja. La mayoría estaban fechados en los años ochenta y noventa aunque he leído que la clínica empezó a funcionar muchos años antes.



   Como la ultima planta no ofrecía nada interesante, excepto algunos objetos antiguos diseminados por las habitaciones, decido volver a la planta baja, al laboratorio en busca de unos frascos en formol que presuntamente contenían algunas curiosidades medicas. La realidad es que los frascos han desaparecido y los que se conservan o están vacíos o su contenido esta echado a perder. Como curiosidad, junto al laboratorio había un pequeño almacén con frascos nuevos y líquidos, para probablemente para hacer esos preparados conservantes.










   Ya esta casi todo visto y mientras mis compañeros terminan de hacer sus fotos aprovecho para curiosear algunos documentos mas, sobre todos libros que en su mayoría son de temática medica, claro, pero también encuentro novelas y poesía. Encuentro varios tocadiscos y vinilos repartidos por la casa y sobre todo instrumental medico el cual evito tocar. Echo de menos encontrar la típica máquina antigua de rayos X.



  
   Parece que tras el susto inicial de pensar que el lugar ya no existía por estar siendo rehabilitado al final hemos tenido un buen par de horas de exploración y fotografía en este clásico del urbex alemán. Tan solo nos queda comer algo y volver a ponernos en marcha.